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Mostrando entradas de septiembre, 2021

Huésped del Abismo

Una niebla fantasmal, blanca y densa cubría la ciudad. Eran las seis de la tarde. Sobre los bancos y el suelo pedregoso del camino, aún quedaban rastros oscuros de sangre y vísceras avícolas aplastadas. Restos de aquella misteriosa lluvia de pájaros muertos, cuya completa eliminación, a pesar del esfuerzo que se puso, resultó imposible.  Paseaba sereno, a pesar de su tornado interior. La tensión que estuvo experimentando las últimas semanas había sido excesiva incluso para un adicto al trabajo lo como era él. Y es que ojalá se tratase sólo de la presión que se respiraban en la editorial… Su cabeza iba a estallar desde la absorción del grupo por parte de aquella gran empresa de prensa extranjera. Por primera vez en muchos años, no sentía que su permanencia en el puesto que ocupaba dependiesen exclusivamente de sus aptitudes y de su empeño hacia el cargo. Las farolas comenzaron a encenderse tímidamente de forma lenta y progresiva, y su luz pálida y ocre rasgó la profusa y nebulosa oscuri

Reformulación de la Carne

Sin ni tan siquiera quitarse los guantes amarillos teñidos de rojo oscuro, extrajo un cigarro de su cajetilla, impregnando su blanco filtro de sangre. Se lo llevó a la boca y lo sostuvo entre sus finos y agrietados labios mientras se lo prendía con una cerilla, cuya centella le iluminó la cara, que ardía con una horrorosa mirada de éxtasis. Le reconfortaba la nicotina y el sabor del tabaco después de realizar su quirúrgico trabajo de remodelación de cuerpos humanos. Con la colilla creando un velo de humo delante de su rostro, se acercó al fregadero de la pared, sosteniendo en una mano el bisturí y en la otra el machete, ensangrentados y cubiertos de viscerales grumos. Abrió el grifo, lavó ambos filos junto con los guantes, se los quitó y los dejó allí, flotando en la pila de agua enrojecida. Se frotó los ojos y consultó su reloj de muñeca. Eran las siete y veinte de la mañana, y por tanto hacía rato que se había terminado ya su jornada laboral. Se sentó en el recio taburete de madera,

Todas las Arañas Saben Amar

           No  tenía sueño, aunque era tarde y se encontraba físicamente exhausto por la mudanza. Continuaba, tras toda la velada, en el salón. Sentado en el sofá con el mando de la videoconsola (el único mobiliario que había instalado en su nueva casa) firmemente agarrado entre sus manos, y la mirada clavada en el televisor con una expresión bastante furibunda en el rostro.  En esos momentos, se encontraba inmerso en una encarnizada contienda contra el tétrico e imponente Nito, el estandarte de los No Muertos. Una mole flotante de esqueletos unificados por una especie de miasma de pura oscuridad componía el cuerpo del monstruoso dios telúrico quien, por si su presencia y fuerza de ultratumba no fuesen suficiente, se encontraba acompañado de sus esqueletos acólitos que se reanimaban cada vez que caían… Se trataba de la décimo tercera vez consecutiva que su personaje moría violentamente a manos del primer no muerto, para resurgir de nuevo a la luz de las apacibles llamaradas ocres de la

Aquello en lo que Piensas Antes de Dormirte

Los pináculos de la catedral se alzaban majestuosamente. Las gárgolas de fría y porosa piedra negra contemplaban la capciosa quietud de la noche esbozando monstruosas muecas en sus demoníacos rostros. Un ave gigantesca, de plumas negras y escarpadas, se posó sobre los hombros de una de esas espantosas gárgolas. Sus garras eran como las de un dragón esquelético y su tamaño era tal que duplicaba la altura de la estatua, la cual parecía que fuese a ceder.  Su cabeza era redonda. Sus ojos brillaban rojos y furiosos, con una inteligencia perversa. Su pico curvo y puntiagudo era descomunal y desproporcionadamente alargado, y mostraba dos hileras de finísimos y afilados dientes que asomaban como las fauces de un cocodrilo. Su cobriza, fulgente y atrabiliaria mirada se centró en un ventanal de la plaza que se encontraba frente a las puertas de la catedral. En el tercer piso, tras el vidrio, la luz de un flexo estaba encendida y, debajo de ella, un joven de veintidós años tomaba dispersas y des

Voz de la Verdad

6 de Noviembre.   A lo largo de la emisión, sus intervenciones fueron escasas, carentes de mucho sentido, descentradas y balbuceantes. Hendrick le dirigía a cada rato miradas más y más inquisitivas, mientras proyectaba su grave y ronco tono de voz al micrófono acolchado; disimulando al hablar el desagrado que le estaba provocando la lamentable actuación de su compañero. Una vez terminaron el programa, parecía evitarle. Él propuso ir a un antro al que solían acudir algunas veces a emborracharse, pues la perspectiva de retornar a su casa le aterraba. Pero Hendrick, al parecer, tenía una importante cita aquella madrugada. Poco después, al regresar a su pensión, comprobó que el repugnante charco se había secado impregnando su colchón y su ropa de cama de un moho fétido e infecto cuyos vahos repulsivos habían invadido toda la habitación. Sin mayor dilación, atropó su colchón, su almohada y su edredón entre arcadas y los arrastró hacia el ascensor. Allí no tardó mucho en reparar en que de ni

Callejón de los Gatos Furiosos

          Catarina condujo al viejo Crowley hasta una alcantarilla al fondo del callejón. La gata negra se coló por la diminuta rendija horizontal, como si se tratase de una sombra. Después, asomó la cabeza, y le indicó con la mirada que la siguiese.           Crowley odiaba las alcantarillas. Sí, estaban repletas de ratas gordas y grasientas; pero también había demasiada humedad y, para colmo, se sentía atrapado por aquellas galerías de pesadilla. A diferencia de Catarina, él no había vivido toda su vida en las calles, y era bastante más escrupuloso que sus colegas. No obstante, entró sin apenas dudar.  Algo aciago e inquietante se respiraba en el ambiente, y la mirada que la gata y él acababan de compartir le transmitió misterio. La principal característica de la personalidad felina es la curiosidad, y la atracción que Crowley sentía hacia el misterio, era aún mayor que la que sentía hacia Catarina. La combinación de ambas cosas, por tanto, prometía aventuras salvajes y excitantes. J